As Burgas es uno de los monumentos más icónicos de la ciudad de Ourense

Ourense: más alla del Camino de Santiago

13/04/2025
Redacción
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¿Y si te dijera que Ourense no empieza ni acaba en una flecha amarilla?

Claro que el Camino de Santiago atraviesa la ciudad, la Vía de la Plata deja aquí su huella peregrina, un murmullo milenario entre piedras que han visto pasar sandalias, botas y alguna que otra ampolla. Pero reducir Ourense a una etapa más sería como mirar el Miño y ver solo agua, ignorando la corriente profunda, los reflejos cambiantes, la vida que bulle en sus orillas y en su cauce invisible. Esta ciudad, la capital termal de Galicia por derecho propio y corazón de una provincia a menudo eclipsada por la costa, esconde un relato mucho más íntimo, tejido con el vapor del agua caliente, el sabor recio del vino y el granito paciente de sus calles. Acompáñame, no como un turista, sino como un curioso que se deja llevar, a descubrir ese Ourense que late más allá del sendero jacobeo.

El casco histórico: donde la piedra cuenta historias

Entrar en el casco histórico de Ourense es como abrir un libro cuyas páginas huelen a humedad, a piedra calentada por el sol y a café recién hecho. No esperes una monumentalidad apabullante, sino la belleza serena de lo cotidiano, de lo vivido.

La Plaza Mayor: el salón inclinado de la ciudad

No es una plaza cualquiera. Su suelo no es plano, se inclina con una naturalidad desconcertante, como si la propia ciudad se desperezara cuesta abajo. Aquí la vida ourensana se representa a diario: el ir y venir hacia el Concello, las terrazas que desafían al clima –llueva o funda el sol–, el eco de las conversaciones bajo los soportales. Es un escenario imperfecto y, por eso mismo, auténtico. Fíjate en las galerías acristaladas, buscando el sol del invierno, protegiendo del orballo persistente.

La Catedral de Ourense: una fortaleza que reza

Se alza sobria, casi defensiva por fuera. No busques la filigrana de otras catedrales gallegas. La Catedral de Ourense es robusta, como la tierra que la sustenta. Pero cruza sus puertas. Detente ante el Pórtico del Paraíso, una versión más íntima, quizá más humana, del compostelano. La luz juega distinta aquí, filtrándose tenue, invitando más al recogimiento que a la admiración distante. Y el Santo Cristo, con esa melena que dicen que crece… bueno, dejemos que las leyendas aporten su propia magia.

As Burgas: el milagro caliente que define una ciudad

El As Burgas reside el alma mater de Ourense. Ver el agua humeante brotar de la tierra a más de 60 grados, en pleno centro urbano, es un espectáculo cotidiano que nunca deja de sorprender. La fuente de arriba, neoclásica; la de abajo, más popular. El olor sulfuroso mezclado con el aire fresco de la mañana. La gente que acude a llenar sus garrafas, un ritual casi ancestral. Dicen que estas aguas curan, alivian, reconfortan. Lo que es seguro es que conectan a Ourense con sus raíces más profundas, con ese corazón geotérmico que le da un carácter único. ¿Un simple manantial? No, es el pulso visible de la ciudad.

Santa Eufemia: la vecina barroca y elegante

A un paso de la Catedral, su fachada cóncava parece querer abrazar la pequeña plaza que se abre ante ella. Es un barroco exuberante, casi teatral, que contrasta con la austeridad de San Martiño. Asomarse a su interior es encontrar un respiro, un espacio amplio y luminoso. Su presencia equilibra el conjunto histórico, añadiendo una nota de gracia dieciochesca.

De la Rúa do Paseo al Parque de San Lázaro: el ritmo social

Si la Plaza Mayor es el salón, la Rúa do Paseo es el pasillo principal donde todos se encuentran. El eje comercial por excelencia, el lugar para ver y ser visto, para el paseo tranquilo del atardecer. Desemboca en el Parque de San Lázaro, un oasis verde que sirve de transición hacia la parte más moderna. Observa el ritmo: la charla pausada en un banco, los niños jugando, el contraste entre el bullicio comercial y la calma vegetal. Es el Ourense que vive su día a día, sin artificios.

El sabor de Ourense: más allá del pulpo

Hablar de Ourense y no salivar es casi imposible. La gastronomía aquí es parte fundamental de la experiencia, una forma de entender el paisaje y el carácter de sus gentes.

Os Viños: el laberinto del buen comer

No es solo una calle, es un microcosmos. Un entramado de rúas estrechas (Pizarro, Lepanto, Virato, San Miguel …) donde los bares y tabernas se suceden puerta con puerta. El aire huele a Ribeiro, a empanada, a pimientos de Padrón (cuando es temporada y pican) y, por supuesto, a pulpo. El ambiente es bullicioso, cercano. Ir de vinos aquí es un acto social, casi un rito. Pide una taza, acompaña con una tapa –oreja, raxo, champiñones– y déjate llevar por la corriente humana. No busques el local más chic, busca el que tiene el murmullo más animado.

Pulpo á feira: el arte de la sencillez perfecta

Sí, hay pulpo en toda Galicia, pero probarlo en Ourense, especialmente en las zonas cercanas al interior donde la tradición de las pulpeiras es fuerte, tiene algo especial. Observa la maestría con que lo cortan con las tijeras, el gesto preciso al añadir el aceite de oliva virgen, la sal gruesa y ese pimentón (dulce y picante, como la vida misma) que le da el toque final. Tierno por dentro, con ese punto justo de cocción. Acompañado de un buen pan de Cea y una taza de vino tinto joven. No necesita más. Es la esencia de la feira hecha plato.

Los vinos que cuentan el paisaje: Ribeiro y más allá

Ourense es tierra de vinos con carácter. No en vano acoge a cuatro de las cinco Denominaciones de Origen gallegas.  El Ribeiro es el rey indiscutible de la zona, especialmente sus blancos elaborados con Treixadura, Torrontés, Godello… Vinos frescos, aromáticos, con una historia que se remonta a los romanos y a los monjes medievales. Pero la provincia esconde otras joyas: los tintos intensos de Valdeorras, con la Mencía como protagonista; los blancos elegantes de Monterrei; y la heroica Ribeira Sacra (compartida con Lugo), con sus viñedos en bancales imposibles que se asoman al Sil y al Miño. Cada copa es un sorbo de paisaje, de esfuerzo, de tradición. Pregunta por los colleiteiros, pequeños productores que miman sus viñas y ofrecen vinos muy personales.

Termalismo: el agua que abraza

Ourense sin sus aguas termales sería otra ciudad. No es un añadido turístico, es su ADN. La oferta va desde las pozas públicas y gratuitas a orillas del Miño hasta balnearios con solera.

A Chavasqueira: las pioneras (ahora renaciendo)

Fueron las primeras pozas acondicionadas para el baño público. Un espacio de inspiración japonesa que sufrió un incendio devastador pero que mantiene su espíritu. Sus aguas, de mineralización débil, son ideales para relajarse mientras se contempla el río. La zona gratuita cercana sigue siendo un punto de encuentro popular.

Muíño da Veiga: el encanto rústico

Un poco más alejadas, junto a un antiguo molino rehabilitado (de ahí su nombre), estas pozas ofrecen un ambiente más tranquilo y natural. Son varias piscinas al aire libre, con diferentes temperaturas, integradas perfectamente en el entorno fluvial. Ideales para desconectar del bullicio urbano.

Outariz y Burga de Canedo: dos caras de la misma moneda termal

Cruzando una pasarela sobre el Miño, se llega a la mayor área termal de Ourense. A un lado, Outariz, de inspiración zen, con circuitos y tratamientos de pago. Al otro, Burga de Canedo, la zona gratuita, con varias pozas de agua caliente que invitan a quedarse horas, especialmente cuando el frío aprieta fuera. El contraste entre el calor del agua y el aire fresco, el sonido del río, el vapor que se eleva… es una experiencia sensorial única.

O Tinteiro: la fuente del pueblo

Esta no es una poza para bañarse, sino una fuente termal al aire libre muy frecuentada por los locales. Sus aguas, dicen, son excelentes para la piel. Verás gente haciendo cola con sus botellas, lavándose la cara o las manos. Es un rincón peculiar, casi un secreto a voces, que muestra la relación tan natural de Ourense con sus aguas.

Más allá de las pozas: balnearios con historia

Para quienes buscan una experiencia termal más clásica, Ourense cuenta también con balnearios históricos, como el Balneario de Laias o el de Arnoia, en los alrededores, que ofrecen tratamientos terapéuticos y estancias relajantes en entornos más formales.

Donde el río marca el paso: rutas y naturaleza a pie de ciudad

El Miño no es solo el proveedor del agua termal, es también una arteria verde que invita a caminar, a respirar. Las rutas de las orillas del Miño ofrecen kilómetros de senderos perfectamente acondicionados para pasear o ir en bicicleta, conectando las diferentes áreas termales y regalando perspectivas cambiantes de la ciudad y el paisaje fluvial. Los puentes –el Romano (o Ponte Vella), testigo de siglos; el del Milenio, con su audaz diseño contemporáneo– no son solo para cruzar, sino también miradores privilegiados. Caminar por aquí al amanecer, con la bruma flotando sobre el agua, o al atardecer, cuando la luz dorada tiñe las riberas, es reencontrarse con un ritmo más pausado, más natural, sin salir de la ciudad.

Miradores urbanos: Ourense a vista de pájaro

Para comprender la geografía de Ourense, encajada en su valle y abrazada por el Miño, hay que buscar altura. El Parque de Montealegre, el gran pulmón verde de la ciudad, ofrece no solo naturaleza y jardines botánicos, sino también algunas de las mejores vistas panorámicas. Subir hasta allí permite contemplar la trama urbana, el curso sinuoso del río, las montañas circundantes. Otro punto interesante es la perspectiva que se obtiene desde los puentes más elevados, como el ya mencionado Puente del Milenio. Ver Ourense desde arriba ayuda a entender su escala, su relación con el entorno, su belleza encajada.

Escapadas cercanas: puertas a otros mundos gallegos

Si Ourense te sabe a poco (difícil, pero posible), su ubicación estratégica la convierte en una base ideal para explorar otros tesoros del interior gallego. La Ribeira Sacra, con sus cañones espectaculares y monasterios escondidos, está a un paso. Pueblos con encanto como Allariz (ejemplar en su recuperación) o Ribadavia (capital histórica del Ribeiro) merecen una visita detenida. Las tierras de Celanova, con su imponente monasterio, o la comarca fronteriza de Monterrei, con su castillo y sus vinos, abren otras ventanas a la diversidad de esta provincia. Son extensiones naturales de la experiencia ourensana, cada una con su propio relato.

Entonces, ¿qué es Ourense?

Quizás Ourense sea esa conversación tranquila en una terraza de la Praza Maior mientras el sol calienta la piedra. Quizás sea el vapor que te envuelve en una poza de Outariz en una fría mañana de invierno. O el sabor intenso de un pulpo recién hecho regado con un vino joven de la tierra. Es una ciudad que no grita sus encantos, los susurra. Una ciudad hecha de contrastes: el granito antiguo y el agua hirviendo, la calma del río y el bullicio de Os Viños, la tradición arraigada y una modernidad discreta. No es solo un punto en el mapa del Camino. Es un destino en sí mismo, con sus propios ritmos, sus secretos compartidos a media voz, su calor particular que va más allá de lo termal.

Te hemos acompañado hasta aquí, te hemos mostrado algunas de sus claves, pero la verdadera Ourense, la tuya, solo la descubrirás perdiéndote por sus rúas, dejando que el agua te roce la piel, escuchando sus silencios y sus murmullos. ¿Te atreves a buscarla más allá de las flechas amarillas y a encontrar tu propia historia en ella?

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